La noche y la lluvia me motivaron a visitar de nuevo esta joya del gótico. Santa María del Mar es una basílica menor, la tercera de la ciudad de Barcelona, precedida por la Catedral de Barcelona y la Basílica de la Mercè. En la actualidad, en Barcelona existen nueve basílicas menores que, a diferencia de las catedrales, las basílicas no son la sede del obispo.

Visitarla supone una inmersión en el ambiente del barrio de La Ribera que, entre los siglos XIII y XV fue algo así como el Wall Street de Barcelona. Si en la Edad Media, el barrio fue el corazón económico de la ciudad y concentró artesanos y gremios, hoy las calles alrededor de la basílica acogen los talleres de artistas, restaurantes y tiendas de moda.

«La Catedral del Mar», novela de Ildefonso Falcones, contribuyó en gran medida a convertir a Santa María del Mar en un destino turístico muy visitado de Barcelona.

Está ubicada en el barrio de la Ribera, en pleno centro antiguo de Barcelona, junto al barrio del Born. Su construcción comenzó el 25 de mayo de 1329 y finalizó 55 años después. Desde el principio, apareció en contraposición a la Catedral, que se levantaba muy próxima y en las mismas fechas. Si la catedral se asoció a la monarquía, a la nobleza y al alto clero, desde el principio se estableció que la basílica debía pertenecer exclusivamente a los feligreses de la zona del puerto y de la Ribera. Era una basílica para un barrio. De hecho, pasó pronto a ser conocida popularmente como «la Catedral del Mar».

Fueron los vecinos de la Ribera los únicos responsables materiales del templo. Hubo dos formas de colaborar en la construcción de la basílica: los más ricos, mercaderes y armadores, pusieron el dinero, y los más pobres, los estibadores del puerto conocidos como los «bastaixos», pusieron la mano de obra, moviendo los pesados bloques de piedra desde la cantera de la montaña de Montjuïc hasta el barrio.

El Fossar de les Moreres (fosa de las moreras). En este espacio se ubicaba el antiguo cementerio de la basílica. Es un lugar en el que la carga simbólica y el peso de la historia toman protagonismo. En este punto se encuentra el foso con los caídos durante el sitio de Barcelona de 1714, en la Guerra de Sucesión Española. Un monumento con la llama siempre encendida nos lo recuerda. Para los forasteros, el lugar pasa desapercibido en ocasiones. Para los catalanes, el fossar es más que un recuerdo, es un homenaje.

A diferencia de otros templos que se construían en más de un siglo, Santa María del Mar fue edificada en poco más de medio siglo, lo que le dió una de sus características que más me cautivan: la unidad de estilo. Gótico catalán. Eso significa una arquitectura que dilata el espacio en lugar de compartimentarlo. «Una arquitectura racional y limpia que da una gran sensación de amplitud»

A mi entender, lo que más la hace única es, cuando al cruzar el dintel de su fachada principal y entrar en su interior, quedas sobrecogido por su inmensidad ascendente. La austeridad de sus muros horadados por vidrieras, la delgadez de sus vanos y la decisión de otorgar a las bóvedas laterales la misma altura que posee la central, hacen que ingresemos en un espacio diáfano que conecta verticalmente con la divinidad: la tierra con el cielo.

Por eso el historiador Pierre Lavedan hablaba en el siglo pasado de la «victoria más bella del espíritu sobre la materia», una forma poética de explicar que con pocas piedras se consiguió crear un espacio inmenso.

En agosto de 1936, tras un ataque anarquista durante la Guerra Civil Española, la iglesia estuvo ardiendo durante una semana, destruyendo el altar mayor barroco, el órgano y prácticamente todo el mobiliario. Sobrevivió poco más que la estructura del edificio. El actual altar mayor de la basílica es de 1965 y está presidido por una talla de la Virgen con el niño Jesús del siglo XIV, junto con la reproducción de una coca de Mataró, un tipo de barco de la Edad Media, dada la vinculación de la basílica con el mar.