La singular geometría de la Plaça de Milans, en el barrio gótico barcelonés

La pequeña calle de Milans. Si el barrio Gòtic es un laberinto, Milans es el tipo de calle que contribuye con su gracia sinuosa a que lo siga siendo, una anomalía dentro de la anomalía, cien metros o menos de suave curva para conectar con la calle Gignàs.

Tiene ciertamente una manera encantadora de estar, pero tiene algo mejor, y es la placeta del mismo nombre que se abre a mitad del recorrido, redonda, diminuta, casi un lugar de recogimiento, nueve metros de diámetro y, bien mirado, de estupor: una circunferencia se diría que perfecta si la perfección no fuera una utopía.

Uno de esos secretos de Barcelona, si es que tal cosa existe, y si existe, cada vez menos secreto. El turismo la ha descubierto y la graciosa placeta de Milans empieza a tener nombre propio.

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