Palau Güell, primera gran obra de Gaudí

Palau Güell, the first big work of Gaudí

Escondido en una de las callejuelas del Raval se encuentra el Palau Güell, una de las primeras y más fascinantes obras de Gaudí.

La construcción del Palau Güell supone la culminación de la etapa de juventud del arquitecto Antoni Gaudí, que profundiza en los ensayos realizados en obras anteriores e introduce la mayor parte de las aportaciones que constituirán la base de su repertorio posterior.

A diferencia de otras familias burguesas del momento, que construían sus palacios en el recién proyectado Ensanche, la familia Güell se instaló en el Raval, en pleno centro histórico de Barcelona. Quizás se deba a que la casa donde había vivido el padre de Eusebi Güell se encontraba ahí y deseaban construir su palacio justo al lado, como de hecho hicieron.

Pero los solares en una zona tan congestionada no eran grandes, de modo que Eusebi Güell tuvo que adquirir hasta tres edificios colindantes para, una vez derruidos, disponer de superficie suficiente para una gran mansión. Sin embargo, y a pesar de esto, el Palau Güell no tiene las dimensiones propias de la vivienda de un hombre de su nivel económico y es, hasta cierto punto, pequeño. Pero esta escasez de metros cuadrados fue solventada con genialidad por Gaudí, que supo sacar el máximo provecho al reto que le presentaban.

La planta que se sitúa a nivel de calle tenía la única función de dar acceso al edificio. Está diseñada con una doble puerta, una de entrada y otra de salida, que permitía una circulación circular de los coches de caballos. Estos podían quedar aparcados en la parte posterior, mientras que los invitados accedían por una escalinata central al piso superior. El palacio se cerraba sobre sí mismo, de ahí que esté diseñado para poder entrar con los coches de caballos y no tener que bajarse en la calle. Por lo que se refiere a la ornamentación, en esta planta destaca, sobre todo, la espectacular rejería de las puertas de acceso.

El Palau Güell es un edificio que se encierra sobre sí mismo y se aísla del exterior. Se construye en mitad del casco histórico y no, como otros palacios, en el Ensanche. Rodeado de edificios pobres e, incluso, casas de prostitución y cabarets, el palacio se encierra sobre sí mismo para crear una isla de lujo y sofisticación en mitad del Raval. Por eso, su fachada exterior es bastante sencilla y pasa desapercibida: hecha de piedra del Garraf y dividida en seis niveles, lo más llamativo son sus dos puertas de acceso de perfil parabólico cerradas con una espectacular rejería. Una vez atravesada esta puerta, el palacio nos recibe con un juego infinito de formas y colores que muy poco tiene que ver con su imagen exterior.

 

La planta del sótano, que se desarrolla entre los pilares de fundamentación del edificio, tenía la función de caballeriza. En ella vemos estructuras de ladrillo visto y prácticamente ningún elemento decorativo.

 

El vestíbulo da acceso a la planta noble a través de una suntuosa escalera de honor de piedra. De esta escalera cabe destacar el magnífico artesonado del techo y la lámpara que cuelga de él, original de la época en que vivía la familia Güell.

El Palau Güell cuenta con hasta siete pisos diferentes, cada uno de los cuales tenía una función muy definida que marcaba el estilo y la decoración.

La antesala es el espacio de entrada a la planta noble. En ella destacan las vidrieras de cenefas de vidrio y plaqué emplomado, que combinan medallones ovalados y cuadrados, inspirados en los diseños ingleses.

Esta era la sala de paso por dónde pasaban las visitas para acceder al salón central. La sala destaca por la galería de arcos sobre columnas, que conduce a una tribuna que da a la calla y que proporciona mucha luz a la estancia.

El salón principal no era solo un lugar de reunión y de celebración, era un auténtico espacio para la cultura, ya que en él tenían lugar diversos actos culturales, como recitales de poesía o conciertos. Destaca, sin embargo, el papel que la música tuvo en esta sala, presente desde su mismo diseño y concepción. La sala cuenta con una tribuna elevada para los músicos y con un órgano en la parte más alta (el teclado original estaba en la parte baja), lo cual hacía que se produjese un sonido envolvente que provenía de diversos puntos. Que la estancia principal en torno a la cual giraba todo el palacio fuera una auténtica sala de conciertos nos habla de la faceta de mecenas de las artes del poderoso empresario y de la importancia que la música debió de tener para él. De hecho, sus hijas fueron músicas y compositoras.

En el Palau Güell también se celebraban oficios religiosos. La capilla-armario, situada en el salón central, es un recinto pequeño cerrado por dos grandes puertas que, al abrirse, dejaban a la vista el altar.

Este salón está cubierto por una cúpula parabólica que ilumina todo el espacio a través de pequeños orificios y de un gran óculo central.

 

A partir de una original e inteligente solución, el salón central se convierte en el eje vertebrador alrededor del cual se configura todo el espacio del edificio, y a la vez es un espacio de relaciones verticales –musicales y visuales- con los otros pisos superiores. Así, cuando se celebraban conciertos, las visitas se situaban en el salón central, con el teclado del órgano; un piso más arriba estaba la orquesta; en el piso siguiente se situaban los conjuntos corales, y más arriba aún, se encontraban los tubos sonoros del órgano. De esta forma, la música salía de todas partes, una concepción muy wagneriana.

 

 

 

El comedor de la familia Güell destaca por la mesa central y sus doce sillas originales de la época y que pertenecían a la familia Güell, así como por la chimenea de madera de nogal diseñada por Camil Oliveras y los arrimadores de madera de la pared, de influencia oriental y decorados con animales, diseñados por el mismo autor.

 

En la obra de Gaudí, la vidriera se utiliza como elemento decorativo y a su vez funcional. Debido a que una de las grandes preocupaciones del arquitecto a lo largo del tiempo será la luz, encuentra en la vidriera un elemento decorativo que le permite a su vez jugar con la luz y captarla  mejor.

 

 

Por encima de la azotea sobresalen las chimeneas de la casa y el pináculo que se eleva sobre la cúpula del salón central. A pesar de que eran elementos que no quedaban expuestos al público, Gaudí les dio formas originales, los decoró con su famoso trencadís y creó un bosque de fantasía.

En la azotea del Palau Güell, Gaudí convirtió las tradicionales chimeneas en verdaderas esculturas, con bases, troncos y capiteles de formas insólitas.

La azotea contiene un total de 20 chimeneas. Justo en el centro de todas ellas se encuentra la aguja, de 15 m de altura, que cubre la cúpula del salón central y que está revestida por una original piedra de reciclaje.

 

 

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