Hoy, al levantarme miro por la ventana y qué ven mis ojos?  nada o casi nada, la mañana ha despertado con una niebla espesísima y poco más allá se vislumbran tenues sombras.

Me dirijo a mi cámara y le digo, hoy vamos a hacer un bonito y largo paseo por el bosque!

Me encanta fotografiar la niebla y si es con personas o cualquier ser vivo deambulando por ella, mucho mejor, los personajes se vuelven misteriosos, mágicos, tenebrosos y enigmáticos, igual que el ambiente que los rodea.

La niebla es uno de los regalos que nos trae el otoño, antes incluso que los ocres y los mantos de hojas en el suelo.

Es uno de esos fenómenos que en principio pueden verse como un mal momento para practicar fotografía, pero que si se saben utilizar bien pueden ser un recurso muy valioso.

La niebla reduce la gama de grises y disminuye el contraste. Además, simplifica el paisaje y proporciona una separación entre los elementos que forman parte de la imagen. Esto refuerza mucho más la importancia de la composición y nos ayuda a crear puntos de interés mucho más definidos dentro de la escena, proporcionando una mayor sensación de profundidad al crear capas dentro del paisaje.

Como tiende a quedarse un rato con nosotros, tendrás mucho tiempo para disparar, aunque conforme avanza la mañana, lo normal es que esta vaya desapareciendo.