Reflexión atemporal

 

Si tuviera que elegir una estación del año, me quedaría, sin dudarlo, con el otoño. Me parece la época más rica en matices, más sutil, más invitadora. Acontece un entretiempo estimulante, un cobijo entre la pesadez del verano, donde el sol abrasa el aire, y los rigores del invierno entumeciendo el alma. La vida parece adquirir un ritmo calmoso y sensato, propicio al recogimiento y a la reflexión; pero a la vez seguro, con paso firme y lleno de posibilidades. Todo se apacigua y se acerca, como si pudieras sentir el respiro y el latido de cada cosa y de cada palabra. El paisaje se revela espléndido y todavía se deja andar y contemplar (o admirar) sin prisas ni escalofríos.

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